ATENCION: SI NO TE GUSTA EL GORE, NO LEAS ESTO.
Sexta Parte
Aquella podría haber sido la más exagerada de todas las
reacciones que Emily pudiera haber imaginado. Tan carente de sentido, de ese
sentido común que Scott tenía para todos los ámbitos y situaciones, de hecho
todo pasó muy rápido y apenas tuvo tiempo de pensar porqué ocurría aquello. Le pareció
gracioso el hecho de que él no pudiese optar por quedarse también o enfocarse
en alguna otra meta, pero no, sus objetivos siempre debían ser alcanzados sin
objeciones y con el plan anteriormente realizado. El que fuese una persona
totalmente esquematizada en algunos aspectos ahora estaba suponiendo un pequeño
problema en su vida. En realidad ella creía que podía controlar todo, pero
ahora que lo notaba estaba saliendo de su poder y control. El muchacho que
siempre había sido mucho más grande que ella se había convertido en una bestia
que podía aplastarla en un abrir y cerrar de ojos. Tan rápidamente con el batir
de las alas del colibrí o la caída en picada de un halcón en busca de su presa.
Scott White había dejado su yo reflexivo y compresivo detrás
de una ola de rabia que desfiguraba no solo su rostro sino su carácter y su
alma. Había sido un estallido tan grande de locura que hubiese dejado
totalmente orgullosa a su prima actualmente internada en un manicomio por
repetidas ocasiones como esa. Él no lo sabía pero compartía un atisbo de la
enfermedad que se desarrollaba en su máximo esplendor en su prima y ahora lo
estaba sacando a relucir. Sin palabras, sin gritos sin sonidos amenazadores. Su
furia fue tan helada y silenciosa como una repentina nevada. Los platos
anteriormente situados sobre la mesa pasaron a ser paisaje del suelo y sus
manos que siempre habían sido tan delicadas con el cuello de su hermosa amada
ahora se habían convertido en brutales y ávidas por el dolor. Ustedes pueden
que piensen que aquello no tenía ciertamente un porqué, pero si se ponen a
pensar, él tenía un gran porqué. No iba a permitir jamás que su objeto de
adoración pasara por otras manos a sus espaldas, nunca podría considerar el
hecho de no fuese solamente suya, sabía que no había sido el único pero
planeaba ser el último.
Por otra parte su enfermedad, que solo necesitaba un pequeño
empujón como ese, le llevó a un estado de euforia y éxtasis mientras aquella
mariposa se retorcía entre sus manos e iba perdiendo cada rayo de vida. Él
nunca había experimentado una sensación tal, se le hacía la boca agua, estaba
fuera de sí. Emily dejó de resistirse a lo inminente y aceptó su muerte con
tristeza y melancolía, sin poder comprender aquello. Ella nunca iba a entender
la importancia de mantenerla en ese estado por siempre, ella nunca podría
abarcar el pensamiento tan hiriente de tener que soportar estar tan lejos y con
la duda. Por eso decidió que prefería todo eso al supuesto dolor que vendría
luego, un dolor mental, un malestar que gradualmente se volvería físico por pasar
tantos años en un paraíso de hielo. No puedo decir que Emily no se había
inmutado mientras la asfixiaban, de hecho había derramado varias lágrimas
mientras el miedo se instalaba en ella como último sentimiento. Scott había
apretado con tanta fuerza… nunca había hecho tal cosa. En sus manos podía
sentir el agua ligeramente tibia que había rodado por las mejillas de la chica,
y pudo darse cuenta por la mirada que ya no estaba con él. Que ya había pasado
a un mundo donde él no podía acceder ahora. Al que no se atrevía.
Mucha gente hubiese entrado en un estado de pánico absoluto
al presentarse tal ocasión, mucha gente, sí, pero no él. No, cuando su furia
desapareció y en su mente aún podía degustar aquella excitación que había hecho
correr su adrenalina. Era una sensación nueva, utópica, perfecta, un
sentimiento de nostalgia invadió su cuerpo al ver el cadáver de su novia. No
arrepentimiento, eso nunca, sino, el recuerdo de alguna vez en que vio aquellas
mejillas tan llenas de vida y ahora solo mostraban una blancura en proceso de
calcificación. Se sentó nuevamente en la silla, se cruzó de piernas y contempló
a la mujer en galas durante un rato indefinido.
Cuando estuvo lo bastante seguro de que era el momento de
entrar nuevamente en acción le tomó un segundo decidirse, pero manteniendo
aquella idea en la mente se propuso sentir otra vez ese éxtasis casi platónico.
Manejó el cuerpo como si fuese una muñeca de trapo, depositándola sobre la mesa
y tomando uno de los cuchillos con los que habían cenado. Como todo estaba en
el suelo no hubo dificultad alguna para disponer de la superficie plana que le
brindaba la mesa, cuando hundió, lo que ahora había pasado a ser su instrumento
de cirugía, sangre caliente, hirviendo, comenzó a salir de la herida manchando
ese vestido tan hermoso. Era una locura, pero uno no podía ignorar que se había
vuelto loco de remate. Era sencillo el argumento que usaría luego y como no era
más que un cínico empedernido, un reptil de sangre fría, no haría más que irse
argumentando que Emily se había marchado también. Obviando el hecho de que no
se delataría puesto que estaba en camino a un lugar totalmente aislado durante
seis años, podría alegar que no sabía nada de la desaparición pero si de un
supuesto viaje que ella haría.
Sonrió de lado satisfecho con aquellos pensamientos tan
simples que no supondrían un gran esfuerzo exponer ante cualquiera que exigiera
una respuesta sobre el paradero de la muchacha que ahora pertenecía a él por
completo. Estaba satisfecho, de hecho bastante. ¡Lo último que sus ojos habían
observado habían sido los de él, se había llevado su imagen para siempre, como
último recuerdo, como los amantes eternos, como la necesidad de tener al otro
presente por siempre! Se sintió un romántico por momentos mientras se llenaba
las manos de sangre y extraía algunos órganos del interior de Emily. De su
Emily, de su muñeca, de su propiedad, ahora aquél cuerpo era uno más de sus
bienes, pero no cualquier bien. No, era su bien más preciado y perfecto que
pudiese existir en un mundo tan corrupto y corrompido como en el que vivían. Se
mordió los labios mientras depositaba todo dentro del bolso de la chica, le
parecieron atractivos los guantes carmesí que portaba en ese instante,
contempló su obra maestra. Mucho más magistral que cualquier pintura que ella
podría haber pintado jamás.
- -
Eres tan… hermosa –un susurro cansado, lastimero.
Ahora toda aquella adrenalina se convertía en pesadez y una sensación de
exhaustivo pesar. Se miró las manos, la volvió a mirar, sus sonrisas variaban
de todos los matices posibles y habidos, pero la tristeza nunca llegó a su
mente, a su corazón ni a sus facciones. Se había convertido en un ser tan frío como
el más grande de todos los témpanos. No podía parar de apreciarla, incluso
mucho más hermosa que en vida, ahora realmente quería llevársela y adorarla
como en una ensoñación provocada por Morfeo. Estaba conmovido, nunca tanto como
para considerar derramar una lágrima al ver tanta hermosura apilada. Decidió
que aquellos integrantes que una vez habían estado dentro de ella serían sus
trofeos y no tardaría nada en ponerlos en frascos en su bóveda. Suspiró por
última vez y acomodó las manos de Emily sobre su estómago abierto de par en
par, vacío, horrendo, violado, antinatural, como en un gesto de pura paz. Más
nunca se le pasó por la cabeza cerrar aquellos bellos ojos que miraban a la
nada con el maquillaje corrido. No, nunca podría hacerlo, aquello sería aceptar
su verdadera muerte y no podía considerar tal cosa. Tomó una copa del suelo
medio rota, medio sana y la llenó de vino. Simplemente se limitó a contemplar y
beber, imaginando y cavilando si su sangre sería tan deliciosa, tan exquisita y
tan exótica como creía.