martes, 4 de junio de 2013

Proyecto Japón: Sin título

Así continúa
 
- ¿QUÉ? –grité mientras la veía saltar en mi cama. A esa chica había que cuidarla, dudaba de sus capacidades siquiera para no… Un ruido estruendoso resonó en las paredes de la casa.
- Ay, ay, ay
De acuerdo, ahora comenzaba a creer más fervientemente que ella estaba completamente loca. Mientras saltaba había perdido el equilibrio al parecer y se había golpeado la cabeza con la pared. Me quedé inmóvil en mi lugar, cavilando si esa era la mejor oportunidad para huir de ella. En cuanto vi que ya no estaba concentrada en mí sino que seguía lamentándose su estupidez, salí corriendo de la habitación escaleras abajo y directamente a tomar el teléfono para en grito desesperado pedir a mis padres que no me abandonaran con una lunática en mi casa.
- ¡Tetsu! ¡Dónde fuiste!
- ¡No me llames Tetsu! No te conozco, entrometida –mascullé mientras marcaba el celular de mis padres para pedir una explicación, pero lo único que escuché del otro lado de la línea fue el mensaje del contestador.
- ¡Tetsu!
Giré mi rostro para verla llegar corriendo escaleras abajo y deseando que no se tropezara, sino sería el encargado de llevarla directamente al hospital. Comenzaba a sospechar que si no me sacaba de encima a esa muchacha sería más una carga que otra cosa. Inspiré suficiente aire como para hiperventilar mientras sentía  los nervios  a flor de piel. No habían pasado ni veinte minutos y ya sentía que necesitaba alejarme un kilómetro de ella.
- ¡Déjame en paz, entrometida!
- Ese no es mi nombre, soy Minami Sonia, puedes decirme Sonia –su radiante sonrisa me dejó sin aliento, pero lo que más me ponía exhausto era tener que correr por toda la casa cual ratón perseguido por un gato, esperando que no saltara sobre mí como tal.
En aquellos momentos tenía puesto unos shorts azules y una playera sin mangas y con capucha blanca. Claro, cómo no usar aquél atuendo a disposición si era tan fácil detenerme –no solamente porque era un desastre para los deportes. Como lo esperado, agarró con fuerza la capucha de mi playera en un momento crucial logrando no simplemente atraparme, sino ahorcarme y hacer que terminara sentado en el piso. De todos modos me sentía una persona totalmente persistente esa mañana y decidí que no me dejaría tan fácil.
- ¿Puedes dejar de perseguirme? ¡Déjame en paz! –le exigí de malas maneras.
Comencé a gatear mientras ella tiraba de forma contraria y el proceso de quedarme sin aire termino en que desistiera de mis intentos y me tiré en el suelo con la cara tapada. Mi corazón latía con tanta fuerza y mi cara no me dejaba un respiro, habiendo pasado por todos los tonos existentes del rojo y el azul –en el momento donde mi aire había escaseado demasiado. Mi respiración era irregular y temía mucho de lo que pudiera hacerme, sin embargo lo único que noté, además de mi cara contra el frío suelo de madera de la cocina fue que algo me tocaba la cabeza.
- ¿Tetsu? ¿Estas muerto?
Levanté la mirada un poco y la vi arrodillada junto a mí y lo que picaba mi cabeza era un dedo suyo. Quedé mudo un momento, mientras una mezcla heterogénea entre timidez y enojo se apoderaba de mi como una fuerza conocida y familiar, pero al mismo tiempo totalmente descontrolada y hacía que volviera a esconder la cabeza.
- Por favor, déjame en paz –murmuré contra el suelo sin ganas de hacer nada, preso de la tensión en el ambiente que envolvía aquella sala, a sabiendas de su alarmante cercanía. Realmente no quería verla, ni escucharla, solo deseaba que desapareciera como por arte de magia. Solo quería que el suelo la tragara, o como último recurso, que me tragara a mí.
- Anda, no estés asustado, no voy a hacerte nada.
No respondí, yo ya le había hecho la petición pertinente y el hecho de que ella me hiciera caso o no corría pura y exclusivamente por su cuenta, por ello no sabía cuánto tiempo habría pasado en silencio ni cuánto rato debería quedarme acostado. Era una situación realmente extraña,  imaginaba que aquello sería la misma escena que si estuviese en un bosque, un oso me hubiese comenzado a perseguir y ahora estuviese haciéndome el muerto para que perdiera el interés en mí y buscara otra cosa qué hacer. Si, esa teatralidad en mi era realmente recurrente cuando cosas extrañas de ese tipo me ocurrían –nunca.
-Has cambiado mucho, estás más alto que yo. Y yo no te recordaba tan miedoso, parece que no haber crecido conmigo te volvió un debilucho… -rió. Me repugnó ¿Qué sabía ella de mí? – Tetsu, no te hagas el muerto. Ya conozco la táctica del oso –realmente no lo se, porque no estaba mirando pero imagino que se habría girado un poco o algo porque ahora el sonido de su voz me llegaba un poco más lejano- Me pregunto por qué tanta gente recurre a esa actuación cuando se encuentra conmigo…
- Probablemente porque eres una desquiciada –murmuré para mi mismo cerrando los ojos y exhalando.
Aquello liberó un poco mi tensión y me animé a descubrir la cabeza para encontrarme sin nadie. Poco a poco me animé a sentarme, siempre alerta, siempre despierto. Solo esperaba que no me diera un infarto apareciendo de golpe frente a mí como solían hacer en el instituto simplemente para molestarme. Crucé los brazos y miré un poco el suelo hasta que aparecieron sus pies descalzos. Me mordí el labio y fui subiendo la mirada poco a poco hasta tenerla frente a mi completamente, me señalaba con el mismo dedo que en un pasado había usado para comprobar mi vitalidad. ¡Era tan extraña! Creo que pasaron veinte segundos completos antes que su voz volviera a resonar –creo que incluso por toda la casa.
- Yuuna Tetsu, nos conocemos desde que tenemos cuatro años.
- Estás loca, yo no … -me la quedé mirando, porque era lógico que no tuviese recuerdos de esa edad. Era lógico, totalmente.
Cuando yo estaba cumpliendo los seis años de edad, mis padres –aficionados a los viajes, como ahora bien saben- decidieron que visitaríamos un lugar especial. Mientras íbamos por la carretera se había hecho de noche y una lluvia repentina había azotado el auto con ferocidad pero mi padre no había considerado aquellas, razones suficientes para detener nuestro trayecto y optar por nuestra seguridad. Todo eso le costó que destrozara el auto contra un árbol y que yo perdiera todos mis recuerdos de ese momento hacia atrás. Lo bueno es que no dejó secuelas pero nunca más pude recordar las cosas que había vivido en el pasado, fue como comenzar mi vida desde cero, todos los amigos que tenía al no recordarlos preferí ignorarlos. Según lo que me contaron mis padres cambié completamente mi personalidad, y puedo agregar que tengo una pequeña explicación para ello. Simplemente fui abrumado al ver tantas caras desconocidas, le hecho es que yo no era uno más y tenía que intentar recordarlos a todos hasta que me di por vencido y decidí no esforzarme más. Había perdido todas las esperanzas cuando el doctor había dicho que no había cambios en mi cuadro, era pequeño, pero no era tonto y cuando te dicen con todas las letras que no vas a recuperar la memoria por muchos estímulos que se recibieran, era que no.
De esa manera cambié completamente de ser un niño común, muy cálido y  amable a ser uno totalmente indiferente con la vida. Me fui amigando poco a poco con los libros ya que no demandaban absolutamente nada y podía permitírmelos hasta llegar a ser lo que era ahora. Bueno, yo.
Cuando me di cuenta ella estaba sentada junto a mí, sin rozarme, creo que había captado mensaje y decidió no molestarme.
- ¿Ahora me recuerdas? –la miré de reojo y sentí que sus palabras estaban impregnadas de resignada esperanza.
- No
- Me imaginé, intenté muchas veces acercarme a ti luego del accidente pero siempre te mostraste indiferente y reacio a escucharme, o mirarme. –se abrazó las rodillas y colocó la cabeza sobre ellas sin dejar de mirarme. Realmente no me sentía conmovido por sus palabras, yo no era empático con la gente, yo no podía comprenderla. Yo me sentía solo incluso en las habitaciones más abarrotadas de personas, tampoco intentaba socializar, solo los monosílabos correctos para informar y cortar las conversaciones a tiempo antes que se extendieran más de lo que deseaba.
- Si… si pudieras dejar de mirarme fijamente te lo agradecería –comenté apretando los labios, nuevamente con las mejillas coloradas. Aparté la mirada intentando pensar en otra cosa.
- Si me dices Sonia…
- No voy a llamarte Sonia, no te conozco.
- Tetsu…
- ¡No me llames Tetsu! –espeté inspirando aire y poniéndome de pie. La miré desde arriba desafiante.
- ¿Tetsunyan?
-¿Eh? ¡Deja de burlarte de mi! –le miré incrédulo ante tal ridículo sobrenombre.- De ninguna manera
- ¿Tsuki?
- ¡Deja de ponerme apodos! –estaba tan exasperado, ahora recordaba porqué no me gustaba la gente. De todos modos Tarumi siempre usaba nombres experimentales y tontos en mí.- Simplemente dime Tetsu-kun –ya estaba totalmente malhumorado y el resigno se apoderó de mi como una ola gigante. Moví la cabeza hacia los costados y proseguí a  sentarme en el sofá mientras cavilaba qué iba a hacer con ella.
- Bueno, Tetsu-kun, puedes llamarme Sonia-sama –la miré unos momentos, pensando que era una broma, pero veía que ella iba muy en serio.
- ¿Sama? ¿Tan vieja estas?
- Oye, que ya estoy  cursando el segundo año en la universidad –aparté la mirada, de lo contario había un alto grado de que los rayos que salían de sus ojos me dejaran en piedra cual medusa enfurecida.
- ¿Minami-san? –murmuré por lo bajo, pero una especie de gruñido animal proveniente de donde ella se situaba me llevó a la deducción de que no era el indicado. Ahora que lo pensaba debería ser bastante cuidadoso con ella.- Sonia-sensei –el gruñido se detuvo, pero la malas vibras continuaban ¡Qué demonios esperaba ella de mi! Seguí dándole vueltas al asunto hasta que otra vez tuve que ceder.- ¡De acuerdo! Sonia-Sempai ¿Está bien, es eso lo que querías?
- Nyaaaa, que mono. –yo, realmente no podía creer que aquella persona era mi sempai, pero… Se aproximaba a mi dando saltitos cual conejo, parecía tan emocionada con tal banalidad que me parecía muy extraño que pudiera siquiera haber entrado en una universidad.- Espero que nos llevemos bien en este año que queda
- ¿Año? ¿Qué, cuánto piensas quedarte? –le miré totalmente alarmado, más sorpresas. Realmente esa chica parecía una Caja de Pandora.
- ¿Eh? ¿Tu madre no te dijo? ¡Estaré aquí cuidando de ti todo el año mientras ellos se encargan de tu abuela!
En ese momento me sentí sobre un ring, en los últimos segundos de una pelea. El sudor corría por mi cara y mi espalda, estaba exhausto, agotado, deseoso de que el suplicio terminara… para estrellarme contra un K.O.

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