Así continúa
- ¿QUÉ? –grité mientras la veía saltar en mi cama. A esa chica había
que cuidarla, dudaba de sus capacidades siquiera para no… Un ruido
estruendoso resonó en las paredes de la casa.
- Ay, ay, ay
De acuerdo, ahora comenzaba a creer más fervientemente que ella
estaba completamente loca. Mientras saltaba había perdido el equilibrio
al parecer y se había golpeado la cabeza con la pared. Me quedé inmóvil
en mi lugar, cavilando si esa era la mejor oportunidad para huir de
ella. En cuanto vi que ya no estaba concentrada en mí sino que seguía
lamentándose su estupidez, salí corriendo de la habitación escaleras
abajo y directamente a tomar el teléfono para en grito desesperado pedir
a mis padres que no me abandonaran con una lunática en mi casa.
- ¡Tetsu! ¡Dónde fuiste!
- ¡No me llames Tetsu! No te conozco, entrometida –mascullé mientras
marcaba el celular de mis padres para pedir una explicación, pero lo
único que escuché del otro lado de la línea fue el mensaje del
contestador.
- ¡Tetsu!
Giré mi rostro para verla llegar corriendo escaleras abajo y deseando
que no se tropezara, sino sería el encargado de llevarla directamente
al hospital. Comenzaba a sospechar que si no me sacaba de encima a esa
muchacha sería más una carga que otra cosa. Inspiré suficiente aire como
para hiperventilar mientras sentía los nervios a flor de piel. No
habían pasado ni veinte minutos y ya sentía que necesitaba alejarme un
kilómetro de ella.
- ¡Déjame en paz, entrometida!
- Ese no es mi nombre, soy Minami Sonia, puedes decirme Sonia –su
radiante sonrisa me dejó sin aliento, pero lo que más me ponía exhausto
era tener que correr por toda la casa cual ratón perseguido por un gato,
esperando que no saltara sobre mí como tal.
En aquellos momentos tenía puesto unos shorts azules y una playera
sin mangas y con capucha blanca. Claro, cómo no usar aquél atuendo a
disposición si era tan fácil detenerme –no solamente porque era un
desastre para los deportes. Como lo esperado, agarró con fuerza la
capucha de mi playera en un momento crucial logrando no simplemente
atraparme, sino ahorcarme y hacer que terminara sentado en el piso. De
todos modos me sentía una persona totalmente persistente esa mañana y
decidí que no me dejaría tan fácil.
- ¿Puedes dejar de perseguirme? ¡Déjame en paz! –le exigí de malas maneras.
Comencé a gatear mientras ella tiraba de forma contraria y el proceso
de quedarme sin aire termino en que desistiera de mis intentos y me
tiré en el suelo con la cara tapada. Mi corazón latía con tanta fuerza y
mi cara no me dejaba un respiro, habiendo pasado por todos los tonos
existentes del rojo y el azul –en el momento donde mi aire había
escaseado demasiado. Mi respiración era irregular y temía mucho de lo
que pudiera hacerme, sin embargo lo único que noté, además de mi cara
contra el frío suelo de madera de la cocina fue que algo me tocaba la
cabeza.
- ¿Tetsu? ¿Estas muerto?
Levanté la mirada un poco y la vi arrodillada junto a mí y lo que
picaba mi cabeza era un dedo suyo. Quedé mudo un momento, mientras una
mezcla heterogénea entre timidez y enojo se apoderaba de mi como una
fuerza conocida y familiar, pero al mismo tiempo totalmente
descontrolada y hacía que volviera a esconder la cabeza.
- Por favor, déjame en paz –murmuré contra el suelo sin ganas de
hacer nada, preso de la tensión en el ambiente que envolvía aquella
sala, a sabiendas de su alarmante cercanía. Realmente no quería verla,
ni escucharla, solo deseaba que desapareciera como por arte de magia.
Solo quería que el suelo la tragara, o como último recurso, que me
tragara a mí.
- Anda, no estés asustado, no voy a hacerte nada.
No respondí, yo ya le había hecho la petición pertinente y el hecho
de que ella me hiciera caso o no corría pura y exclusivamente por su
cuenta, por ello no sabía cuánto tiempo habría pasado en silencio ni
cuánto rato debería quedarme acostado. Era una situación realmente
extraña, imaginaba que aquello sería la misma escena que si estuviese
en un bosque, un oso me hubiese comenzado a perseguir y ahora estuviese
haciéndome el muerto para que perdiera el interés en mí y buscara otra
cosa qué hacer. Si, esa teatralidad en mi era realmente recurrente
cuando cosas extrañas de ese tipo me ocurrían –nunca.
-Has cambiado mucho, estás más alto que yo. Y yo no te recordaba tan
miedoso, parece que no haber crecido conmigo te volvió un debilucho…
-rió. Me repugnó ¿Qué sabía ella de mí? – Tetsu, no te hagas el muerto.
Ya conozco la táctica del oso –realmente no lo se, porque no estaba
mirando pero imagino que se habría girado un poco o algo porque ahora el
sonido de su voz me llegaba un poco más lejano- Me pregunto por qué
tanta gente recurre a esa actuación cuando se encuentra conmigo…
- Probablemente porque eres una desquiciada –murmuré para mi mismo cerrando los ojos y exhalando.
Aquello liberó un poco mi tensión y me animé a descubrir la cabeza
para encontrarme sin nadie. Poco a poco me animé a sentarme, siempre
alerta, siempre despierto. Solo esperaba que no me diera un infarto
apareciendo de golpe frente a mí como solían hacer en el instituto
simplemente para molestarme. Crucé los brazos y miré un poco el suelo
hasta que aparecieron sus pies descalzos. Me mordí el labio y fui
subiendo la mirada poco a poco hasta tenerla frente a mi completamente,
me señalaba con el mismo dedo que en un pasado había usado para
comprobar mi vitalidad. ¡Era tan extraña! Creo que pasaron veinte
segundos completos antes que su voz volviera a resonar –creo que incluso
por toda la casa.
- Yuuna Tetsu, nos conocemos desde que tenemos cuatro años.
- Estás loca, yo no … -me la quedé mirando, porque era lógico que no tuviese recuerdos de esa edad. Era lógico, totalmente.
Cuando yo estaba cumpliendo los seis años de edad, mis padres
–aficionados a los viajes, como ahora bien saben- decidieron que
visitaríamos un lugar especial. Mientras íbamos por la carretera se
había hecho de noche y una lluvia repentina había azotado el auto con
ferocidad pero mi padre no había considerado aquellas, razones
suficientes para detener nuestro trayecto y optar por nuestra seguridad.
Todo eso le costó que destrozara el auto contra un árbol y que yo
perdiera todos mis recuerdos de ese momento hacia atrás. Lo bueno es que
no dejó secuelas pero nunca más pude recordar las cosas que había
vivido en el pasado, fue como comenzar mi vida desde cero, todos los
amigos que tenía al no recordarlos preferí ignorarlos. Según lo que me
contaron mis padres cambié completamente mi personalidad, y puedo
agregar que tengo una pequeña explicación para ello. Simplemente fui
abrumado al ver tantas caras desconocidas, le hecho es que yo no era uno
más y tenía que intentar recordarlos a todos hasta que me di por
vencido y decidí no esforzarme más. Había perdido todas las esperanzas
cuando el doctor había dicho que no había cambios en mi cuadro, era
pequeño, pero no era tonto y cuando te dicen con todas las letras que no
vas a recuperar la memoria por muchos estímulos que se recibieran, era
que no.
De esa manera cambié completamente de ser un niño común, muy cálido
y amable a ser uno totalmente indiferente con la vida. Me fui amigando
poco a poco con los libros ya que no demandaban absolutamente nada y
podía permitírmelos hasta llegar a ser lo que era ahora. Bueno, yo.
Cuando me di cuenta ella estaba sentada junto a mí, sin rozarme, creo que había captado mensaje y decidió no molestarme.
- ¿Ahora me recuerdas? –la miré de reojo y sentí que sus palabras estaban impregnadas de resignada esperanza.
- No
- Me imaginé, intenté muchas veces acercarme a ti luego del accidente
pero siempre te mostraste indiferente y reacio a escucharme, o mirarme.
–se abrazó las rodillas y colocó la cabeza sobre ellas sin dejar de
mirarme. Realmente no me sentía conmovido por sus palabras, yo no era
empático con la gente, yo no podía comprenderla. Yo me sentía solo
incluso en las habitaciones más abarrotadas de personas, tampoco
intentaba socializar, solo los monosílabos correctos para informar y
cortar las conversaciones a tiempo antes que se extendieran más de lo
que deseaba.
- Si… si pudieras dejar de mirarme fijamente te lo agradecería
–comenté apretando los labios, nuevamente con las mejillas coloradas.
Aparté la mirada intentando pensar en otra cosa.
- Si me dices Sonia…
- No voy a llamarte Sonia, no te conozco.
- Tetsu…
- ¡No me llames Tetsu! –espeté inspirando aire y poniéndome de pie. La miré desde arriba desafiante.
- ¿Tetsunyan?
-¿Eh? ¡Deja de burlarte de mi! –le miré incrédulo ante tal ridículo sobrenombre.- De ninguna manera
- ¿Tsuki?
- ¡Deja de ponerme apodos! –estaba tan exasperado, ahora recordaba
porqué no me gustaba la gente. De todos modos Tarumi siempre usaba
nombres experimentales y tontos en mí.- Simplemente dime Tetsu-kun –ya
estaba totalmente malhumorado y el resigno se apoderó de mi como una ola
gigante. Moví la cabeza hacia los costados y proseguí a sentarme en el
sofá mientras cavilaba qué iba a hacer con ella.
- Bueno, Tetsu-kun, puedes llamarme Sonia-sama –la miré unos
momentos, pensando que era una broma, pero veía que ella iba muy en
serio.
- ¿Sama? ¿Tan vieja estas?
- Oye, que ya estoy cursando el segundo año en la universidad
–aparté la mirada, de lo contario había un alto grado de que los rayos
que salían de sus ojos me dejaran en piedra cual medusa enfurecida.
- ¿Minami-san? –murmuré por lo bajo, pero una especie de gruñido
animal proveniente de donde ella se situaba me llevó a la deducción de
que no era el indicado. Ahora que lo pensaba debería ser bastante
cuidadoso con ella.- Sonia-sensei –el gruñido se detuvo, pero la malas
vibras continuaban ¡Qué demonios esperaba ella de mi! Seguí dándole
vueltas al asunto hasta que otra vez tuve que ceder.- ¡De acuerdo!
Sonia-Sempai ¿Está bien, es eso lo que querías?
- Nyaaaa, que mono. –yo, realmente no podía creer que aquella persona
era mi sempai, pero… Se aproximaba a mi dando saltitos cual conejo,
parecía tan emocionada con tal banalidad que me parecía muy extraño que
pudiera siquiera haber entrado en una universidad.- Espero que nos
llevemos bien en este año que queda
- ¿Año? ¿Qué, cuánto piensas quedarte? –le miré totalmente alarmado,
más sorpresas. Realmente esa chica parecía una Caja de Pandora.
- ¿Eh? ¿Tu madre no te dijo? ¡Estaré aquí cuidando de ti todo el año mientras ellos se encargan de tu abuela!
En ese momento me sentí sobre un ring, en los últimos segundos de una
pelea. El sudor corría por mi cara y mi espalda, estaba exhausto,
agotado, deseoso de que el suplicio terminara… para estrellarme contra
un K.O.
No hay comentarios:
Publicar un comentario