sábado, 8 de junio de 2013

Proyecto Japon

Tapé mi rostro con las manos, apretando fuerte en un intento de no echarla de malas maneras,  puesto que no sería para nada educado pero casualmente era la primera de todas mis opciones. Recapitulemos, mis padres me dejan solo en casa diciendo que se van seis meses a no sé donde, llega esta chica desconocida diciendo que me conoce desde pequeño. Además de ello y para colmo viene a cuidarme porque resulta que mis padres no estarán ausentes seis meses, sino que un año entero. Parecía un sueño y realmente desee que lo fuera por un momento. El mundo estaba jugando todas sus cartas contra mí, el karma me estaba devolviendo todo lo malo que había hecho, lo sabía. Sonreí como si hubiese descubierto una terrible verdad, la miré desafiante.
- Lo siento pero vas a tener que irte
- ¿Eh? ¿Estás hablando en serio? – se me quedo mirando como si le hablase en otro dialecto.
- La verdad es que si, no estoy preparado para cuidar de alguien como tú –me obligué a tomarla de la mano y arrastrarla hasta el hall de la casa, la verdad es que tenía bastante fuerza y su oposición fue un pequeño problema para mí.
- Tetsu-kun, no deberías resistirte tanto, no es tan terrible como parece, además… -se zafó de mi agarre y al menos tiempo la solté, estaba mirando el suelo, me intrigó bastante aquello.
- ¿Qué sucede?
- No tengo dónde quedarme –se le veía bastante triste, sus facciones denotaban que había hecho que recordara algo doloroso.- Mis padres… mis padres acaban de fallecer –un par de lágrimas descendieron por su mejilla. Oh rayos, su humor cambió tan repentinamente que me desconcertó del todo. ¿Se supone que debía dejar que se quedara, se supone que debería darme lástima, compasión?
La miré inexpresivo, todavía tenía un resabio de ansiedad en el cuerpo. Asentí levemente mientras ella se pasaba las manos por los ojos, aparentemente no quería que le viera en ese estado pero no podía importarme menos. Sonrió de medio lado como si no hubiese pasado nada ¡Sus emociones cambiaban tan rápido! Siempre tan antitéticas.
- Haz lo que quieras, pero no me molestes –me encogí de hombros y me encaminé hacia la escalera sin prestarle atención. Como ella ya sabía y no necesitaba explicar, yo era una persona centrada en su propio “yo”, lo que ocurriera a mi alrededor ya no me incumbía.
Estiré los brazos hacia arriba, para desperezarme mientras subía las escaleras.
- ¿A dónde vas? –me observó desde abajo pero antes de que pudiese contestarle nada agregó- Dentro de poco estará listo el desayuno
Fruncí un poco el ceño por el hecho de que se tomara tantas libertades pero yo debía recordar que ella había sido mi amiga de la infancia o algo así, así que técnicamente nos conocíamos desde hace mucho tiempo y podría tener las libertades que quisiera.  Cerré la puerta de mi habitación y pude apreciar el desorden.
Un desorden que afectó completamente mi comportamiento, como odiaba que las cosas no estuvieran en su lugar; la cama deshecha y los libros tirados por todas partes. Y todo era culpa de ese monstruo. Apreté los puños un momento hasta que los nudillos se pusieron blancos, en cuanto me di cuenta relajé mi cuerpo y me dispuse a volver todo a su sitio. Junté los libros y los catalogué por autor, no me llevó tanto tiempo como me imaginaba pues conocía perfectamente los autores que poseía en esta mini biblioteca. Luego de aquello, a pesar de que la utilizaría nuevamente, tendí la cama. El orden restablecido era aliviador de mis nervios, era una especie de terapia neurótica.
Tomé uno de los volúmenes de mi estantería, los libros estaban gastados por su uso, mas no maltratados que era lo que más me importaba. Era esencial para mí tener aquellos objetos tan preciados, aquellas obras maestras que me comprendían, había leído muchas historias sobre quienes perdían el conocimiento pero nunca me había sentido realmente identificado. Me recosté en la cama y me dediqué a pasar las hojas, a veces volvía a leer cosas que no entendía pero con el paso de los años uno comienza a deducir los significados de las palabras por el contexto y se terminan aprendiendo muchos términos nuevos.  Ese aspecto también me gustaba, había considerado muchas veces el hecho de sentarme y escribir mis propias historias para llevarme a otro mundo, un mundo propio, un mundo donde las reglas las hiciera yo, pero nunca me había animado, sentía que aún no contaba con las herramientas necesarias.
Al cabo de un Sonia-sempai entró como bala de cañón en mi cuarto; sin avisar, con mucho ruido y haciendo un destrozo. Si no mal recuerdo la puerta se abrió de golpe dando paso a una figura casi irreconocible junto con un grito de emoción –era sorprendente su capacidad para derivar en estados de ánimo totalmente contrarios. Mi corazón comenzó a latir muy rápido gracias al susto que medió, y como si fuera poco se dio el lujo de toparse con una de mis estanterías y haciendo que todos los libros, del primero al último cayeran en el suelo. Después de todo el tiempo que me había tomado acomodarlos, volvían a estar donde anteriormente se encontraban esta mañana. Fruncí el ceño, no podía ser más molesta ¿Cuánto había pasado, diez, quince minutos? ¿Veinte como mucho? Me senté en la cama observando el desastre.
- ¿No podrías ser un poco más normal y entrar como una persona civilizada?
- Auch, otra vez… -se lamentó como la niña inmadura que era y luego me miró con una sonrisa tan radiante como el sol- ¡Vamos a desayunar!
- No sé porqué te empeñas en estar alegre, si estás sufriendo tanto deberías demostrarlo como cualquier persona lo haría.
Su rostro se ensombreció por un momento, sabía que no quería hablar de ello y la forma más fácil de evadirlo fue, claro, lanzándome un libro a la cara. Lo esquivé apretando los dientes, ¿No tenía absolutamente ninguna idea sobre el respeto de los espacios y los objetos personales? Además ¿Tanta manía le tenía a mis libros?
- No seas tonto, vamos a desayunar!
- ¿Qué? –se puso de pie como un rayo y cuando me di cuenta ya me estaba arrastrando escaleras abajo, y me estaba tomando de la mano, osea, me estaba tocando ¡Dios santo! - ¡Suéltame, puedo caminar solo!
- Malhumorado –rió y siguió con todo su show sin sentido.- ¡Hice sopa de miso!
- Como si fuese algo tan nuevo…-bufé. Esta mujer se creía que nunca había probado tal cosa como la sopa de miso. ¿De qué mundo venía?
Cuando entré en la cocina sinceramente temía encontrarme con el destrozo de media casa, hasta me la imaginé saludando alegremente a los vecinos desde un espectacular hueco en la pared, por suerte todo estaba en orden. Nos sentamos a la mesa, debo reconocer que la cosa tenía buena pinta y en cuanto lo probé solo esperaba que no estuviese envenenado. En efecto, sabía muy bien y mis signos vitales eran normales así que no corría ningún tipo de riesgo. Afortunadamente desayunamos en silencio, la observé un momento, se veía concentrada en su comida y en a lo que se refiere con “concentración” es que ya llevaba comiendo su tercer plato cuando yo iba a la mitad del mío. Me reafirmé que no existía una persona así.
- ¡Oh Dios! Que llena estoy
- Pero si haz comido tres platos, te parece poco? –abrí mucho los ojos, mi tono era de reproche. Está bien, el desayuno era la comida más importante, pero también necesitaba poder moverse, para algo iba tener tanta energía… Y... Realmente no quería ni imaginarme el grado de hiperactividad que tendría durante el día si por las mañanas era así de alegre.
- Ay ya, siempre de mal humor Tetsukito
- ¡No me llames así! Además, es la primera vez que nos vemos después de más de diez años y me dices “siempre de mar humor” –la miré apretando los labios- ¿Qué te puedes acordar?
- De hecho me acuerdo de muchas cosas que hicimos juntos –sonrió, otra vez radiante. Suspiré levemente, me irritaba, me molestaba, quería volver a confinarme en mi habitación.
- Oh, por favor, no quiero oír historias viejas. –me hacía a la imagen mental de mi sempai como una abuela narrando sus épocas de juventud y comparándolas con el comportamiento actual de los jóvenes.- vas a parecer mucho más vieja
- Sube a tu cuarto, jovencito! –se paró y señaló las escaleras como si fuese mi madre, mi hermana mi tía o algo por el estilo. La miré escéptico un momento.
- Te haré caso simplemente para alejarme de ti lo más que pueda –me burlé para acto seguido ponerme de pie. Tomé todos los platos y los dejé en el fregadero antes de subir las escaleras rumbo a mi habitación.
Era una persona tan irritante que a la larga terminaría dándome dolores de cabeza. Cerré la puerta y, una vez más, acomodé meticulosamente el desastre que había dejado. Tendría que prohibirle esta habitación de por vida pero dudaba mucho que me hiciera caso después de las cosas que había hecho hasta ahora.
Me tumbé en la cama y miré el techo duramente un largo rato, aún debía llamar a mis padres para aclarar el asunto y deliberar si la echaba o no de la casa. De todas formas ya estaba oyendo a mi madre decir algún comentario sobre echarme novia o algo. Cerré los ojos, todas estas emociones en un tramo tan corto de tiempo me agotaban mentalmente. Era domingo así que no debía preocuparme por nada que fuese sobre ir al colegio o tal, ya mañana me tocaría lidiar con el mundo exterior y mis compañeros de clase. Poco a poco y casi sin darme cuenta, mis ojos se fueron cerrando para entrar en un mundo de inconsciencia no esperada pero aún y así aceptada de gran gusto.
Podría ser que hubiese estado un rato largo durmiendo, o tan solo un par de minutos, lo cierto era que me había venido de maravilla porque las tensiones que sentía se habían desvanecido y volvía a estar tan relajado como lo había estado antes de despertar esa mañana. Abrí los ojos, tenía la ventana frente a mi así que el color del cielo que era naranja me indicaba que era de tarde y que se avecinaba la noche. ¡Había dormido mucho! Sonreí para mis adentros, me quedé en silencio escuchando pero todo era calmo ¿Se habría ido? No lo sabía, pero encontré mi respuesta justo a mi lado, muy plácida e impune a todo castigo divino.
Los colores abordaron mi rostro como si siempre hubieran estado ahí, los nervios se apoderaron de mi y lo único que pude hacer fue gritar ¡Cómo se atrevía a costarse conmigo, en la misma cama!

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