miércoles, 16 de febrero de 2011

Sin Rumbo - Como terminó, volvió a empezar

Los pasos resonaban y hacían eco entre las casas, no había un alma ni un auto que indicara que ese lugar tuviese vida.Incluso las luces de las casas estaban apagadas, no sabía qué hora era, ni le interesaba, ella solamente caminaba en linea recata por el centro de la calle. La luna se alzaba a lo alto en el firmamento sobre su cabeza, algunas estrellas rebeldes destacaban pero ninguna se comparaba con el brillo pálido de la moneda de plata.


Ella estaba muy sola, sentía un vacío en el pecho, necesitaba encontrar a alguien, pero nadie aparecía. Incluso si miraba a los costados en los cruces de las calles. Lo único que la iluminaba eran las luces de los faroles. Podría haber pensado ser la única en aquél lugar, incluso en el mundo. Los grillos acompañaban las pisadas al compás y todo era muy tranquilo. Le asustaba, estaba terriblemente asustada. ¿Cómo podía ser que se encontrara tan sola, caminando, sin nadie con quien conversar? Incuso ella había pensado romper aquella armonía del silencio con su propia voz, pero pensó que desencajaría tanto que se asustaría más ¿Qué tal si salía ronca? Se dio cuenta que tenía sed.

Ahora, con sed, seguía su camino sin rumbo fijo. Era extraño, porque sentía la necesidad de seguir avanzando, como si la vida se le fuera en ello y algunas palabras resonaron en su mente "Camina, camina hasta que no puedas más y te sangren los pies. Y sigue caminando" Era tan solo un susurro, palabras vagas, palabras que casi carecían de significado para ella porque estaban dichas por su propia voz. ¡Movimiento! Sus ojos grises e inexpresivos captaron con rapidez algo blanco con manchas oscuras que se dejaba ver y salía de entre las sombras.

Cuatro patas. Una larga cola. Bigotes. Orejas. Un gato. Un simple gato que posó sus ojos en la chica y tras analizarla unos momentos, siguió con su camino perdiéndose al otro lado de la calle. Esos ojos le habían hecho entrar algo de curiosidad, brillantes, amarillos y muy grandes. Pero algo especial había en ellos, una inteligencia demasiado notables para ser de un simple gato... ¿Ella estaba pensando claramente? ¡Se trataba de un gato! Un felino, un animalito que no tenía nada que ver con ese extraño lugar y había desencajado tanto que le había parecido muy extraño. Pero era natural de todas formas. Es como si hubiese olvidado que esas criaturas existían.

No sabía cuánto tiempo hacía que caminaba. Es como si hubiese empezado un sueño, un sueño. Uno no sabe con certeza cuándo tiene comienzo un sueño, ni cuánto tiempo lleva soñando. Pueden ser horas, cuando parecen minutos. Así se sentía ella. Solo recordaba que estaba caminando.

Pasó un largo rato ¿O solo un par de segundos? La cuestión es que luego de aquello un maullido se escuchó por todo el lugar. Ella miró hacia los árboles, todos iguales y distintos, muy familiares para ella aunque le fuesen totalmente ajenos, como de una juventud pasada, de una vida pasada. Aquél sonido parecía un efecto tardío, como si la imagen hubiese sigo más rápida que el sonido. Suspiró y decidió restarle importancia, ella solo estaba concentrada en caminar. Y así lo hizo durante lo que le pareció un largo rato más. En su cabeza solo se enmarañaban y se formaban pensamientos erróneos que siempre llegaban a lo mismo: ¿Qué era ese lugar? ¿Por qué estaba ahí? ¿Hacia dónde se dirigía? Todas preguntas existenciales. Preguntas que no tenían una respuesta clara. Ella solo tenía na necesidad, porque sentía miedo, porque se sentía mal, porque sentía el corazón aflijido y necesitaba un remedio. Eso. Había salido a buscar un remedio para su nostalgia. Aunque no sabía dónde se suponía que lo encontraría.

¡Una pareja! ¿Una pareja? Si, eso era. Lo recordaba bien. Era cuando una mujer y un hombre iban caminando juntos, que hacían cosas juntos y que se querían. Sentían cariño por el otro. Ella no lo entendía, no había espacio en ninguna parte de su cuerpo para poder captar aquél sentimiento. Ellos iban caminando y se miraban el uno al otro con unos ojos extraños, el largo cabello rubio de la chica le llegaba hasta la cintura y sus ojos marrones eran muy grandes. El chico, portaba ojos verdes y su cabello también era de un rubio similar. Ella los siguió con la mirada mientras se acercaban frente a su cuerpo, si notarla. ¿Estarían demasiado distraídos para ver que iban directamente hacia ella? Lo peor de todo, es que intentaba decirles algo, pero no encontraba las palabras, era como si hubiese olvidado cómo hablar. Menos que menos, podía cambiar el rumbo de su trayectoria, tal parecía que se llevarían por delante a la niña. Tal vez no la habían visto por su altura, su escaso metro cuarenta y cinco.

Se acercaban más y más, hasta que simplemente, cuando ella se preparo para el impacto, cubriéndose la cara con los brazos, sintió algo muy extraño. Como que le faltaba el aire. Una vez había sentido algo igual cuando le habían pegado una patada en el estómago, doloroso, sin dudas. Pero la suerte es que duró menos de lo que había esperado. Cuando abrió los ojos ya no había nada. Ni gente molesta que le echaban una mirada furibunda o acusadora, ni personas que le preguntaban cómo se sentía y si estaba bien. Con mucha curiosidad y sorpresa se dió la vuelta y pudo ver a la misma pareja que seguía en la misma posición, mirándose el uno al otro y sin detener la marcha.

Casi inmediatamente a ello, miró hacia el frente, porque le había llamado la atención una fuerte luz y el sonido de una bocina. Comenzó a llover, pese que anteriormente no había nubes en el cielo y nunca había sentido la brisa en sus mejillas ni en su cabello castaño lacio. Parpadeó, todo iba muy lento. Un auto se dirigía a ella, pero, no se preocupó, sino que sonrió y siguió avanzando hacia él. Se había mojado completamente y sentía la ropa pesada, pero no detuvo su paso, sino que siguió más convencida, hasta que el coche pasó por encima de su cuerpo, ella había podido dejar de caminar. O eso pensaba. ¿Había podido? ¿Había podido al fin? ¿Había sido atravesada como cuando la pareja la atravesó? Solo se había encandilado y había sentido un dolor desgarrador en la cabeza y pecho. Luego, nada. El mismo miedo con el que había empezado. Abrió los ojos y vio de nuevo la misma calle, por donde ella caminaba sin parar.

Como había terminado su vida humana, es como volvía a empezar su vida como espíritu, viviendo la misma muerte infinitamente. Viendo al mismo gato, escuchando el mismo maullido, viendo a la misma pareja y los mismos árboles. Sin variar las casas ni el cielo. Y siempre con la misma muerte de la luz y la bocina del coche, con la lluvia.

A veces todo se torna un poco más oscuro, o simplemente aparecen personas que ya ha visto en otro lugar y siente familiares, pero ellas no la pueden ver. Ella ve a todos, pero nadie nota su presencia.

Dos Latidos y Pecados Rojos

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