miércoles, 24 de marzo de 2010

Del amor al odio hay un solo paso VI

Me dirigí hacia la Gran Escalera con rapidez y sigilo. No quería ser descubierta, comencé a subir los escalones de piedra de dos en dos hasta que me dí de frente con algo, o mejor dicho alguien. Abrí los ojos alarmada y me fijé quien era al que había chocado. Me quedé helada al reconocerlo.

- ¿Silvio? -murmuré desconcertada mientras mordía mi labio inferior con fuerza., estaba perdida, si me había visto con Malfoy era Gryffindor muerta. Lo miré nerviosamente mientras veía cómo me examinaba con la mirada. Lo peor de todo era que a él no se le escapaba una sola.

- ¿Eline? ¿Que hacías? ¿A dónde..? -se quedó mudo. Rezaba porque no se diera cuenta, pero vi como me observaba detenidamente. Extendió una mano la cual sabía exactamente dónde iba a parar, a las marcas de mi cuello. Su piel era cálida a comparacion de la mía.- ¿Qué te paso? -debía responderle algo y no sabía que hacer, él sabía cuando le mentía y cuando no, así que no podía improvisar una excusa.

- Me... Malfoy... me asfixio -admití agachando la mirada. Ahora sentía sus dedos que recorrían mis labios, rayos ¿Porque diablos era tan observador? ¡Raveclaw tenia que ser!

- Tienes los labios hinchados - informó, claro, como si yo no lo supiese. Lo miré suplicante, esta vez no tenía una chispa pícara en la mirada, lo mio era pura preocupación.

- No le digas a Dumpledore -murmuré sintiendo que se me iba la vida al mirarlo de esa forma. Tenía que... quería irme, encerrarme en mi cuarto y seguir rezando porque Silvio me hiciera caso y olvidara todo.

- A dormir -su rostro era de pura indignación, lo sabía. Habían lastimado a su hermana, porque él me consideraba su pequeña, de seguro estaba de lo mas furioso, estaba punto de replicarle pero su mirada me avisó que era mas prudente seguir con mi camino hasta el retrato de La Dama Gorda y así lo hice.

Las escaleras parecían cada vez ser más ¿Era mi imanación o habían agregado mas escalones? Siempre había odiado que el castillo fuese tan grande, todo quedaba lejos. Mascullé algo inteligibles mientras llegaba hasta el retrato, y como era de suponerse, estaba durmiendo.

- ¿Dama? -murmuré entre dientes, esperando que se despertara. La mujer abrió los ojos, me miró fijamente y luego frunció el ceño con preocupación.

- ¿Blake? ¿Qué hace tan tarde fuera de la habitación? Ya se me hacía raro que no hubiera vuelto del Gran Comedor -esa voz chillona suya me parecía algo cómica. Inspiré aire mientras pensaba la excusa perfecta.

- Castigo -rodé los ojos para quitarle importancia. Ella estaba bien acostumbrada a que me dieran castigos y volviera tarde. Tal vez esta vez se lo tragara, nunca le mentía a la Dama Gorda. Me miró vacilante unos minutos y luego asintió, abrí la boca para decir la contraseña pero algo blanco pasó frente a mi, me eché un poco para atras y le sonreía a Nick Casi Decapitado.

- Señorita Blake, me preguntaba lo mismo que la Dama Gorda. ¿Así que un castigo? -me miró con reprovacion, asentí en silencio. Rayos, solo faltaba que llegara Myrtle y estábamos todos. - ¿Cuando terminaran esos castigos, Blake? -seguía con ese tono defraudado ¿Qué era, mi padre? No ¿Entonces? No tenia derecho.

- Lo siento, Nick, tengo sueño... necesito descansar -el fantasma asintió, hizo una reverencia y se escurrió por la pared. Me lo quedé mirando y luego volví la vista al retrato que esperaba impaciente, de seguro quería dormir y yo se lo estaba impidiendo. Medio fruncí el ceño haciendo memoria para recordar la...

- Contraseña -pidió la Dama Gorda con su tono cantarín y chillón que me aturdía. Diablos, necesitaba recordarlo. La mujer me miró expectante, impaciente casi y podía decir que irritada. Dí golpecitos con el pié en el suelo mientras pensaba, hasta que recodé.

- Nicolas Flamel -Dije un tanto insegura, el retrato se abrió y me colé por la entrada fijandome que no hubiera nadie en la Sala Común. El fuego de la chimenea aún crepitaba sonoramente. Me acerqué para calentar mis manos heladas y rocé con la yema de mis dedos las marcas de mi cuello haciendo una mueca de dolor.

Inspiré aire para no sumergirme en recuerdos dolorosos de ningún tipo y decidí subir las escaleras que daban al cuarto de chicas, de una buena vez.

Subí los peldaños de piedra desgastada e irregular en silencio. Entré a la habitación sin hacer el más mínimo ruido. Mis compañeras, todas, dormían. Caminé hasta mi cama, abrí las sábanas y me quité el uniforme y al ropa, guardando la túnica de Slytherin que me había prestado Draco en mi baúl. Me metí en la cama y cerré los ojos, quedándome instantáneamente dormida.

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