miércoles, 21 de abril de 2010

Frozen Murders

Primera Parte

Su espiración era agitada, su aliento era notable. Temblaba, estaba asustado y no sabía qué dirección tomar. Había corrido durante un tramo de las escaleras bastante largo y hasta había corrido peligro de caerse. La situación no era de las mejores; se habían quedado sin provisiones, el sistema de seguridad les había fallado, y todo recurso que pudiesen tener se había perdido como si nunca hubiese existido. El lugar estaba a oscuras, solo rezaba porque no lo encontraran aunque vamos, si de todas formas si no moría así lo haría en la nieve, por la hipotermia. Aquél silencio sepulcral le daba mala espina, las ventanas estaban mugrientas y todo conllevaba a una atmósfera típica de las películas de terror. Sonrió, que paradójico, a él le encantaban esas películas y siempre había soñado con participar de una pero ahora que sabía lo que sentían los verdaderos personajes y era parte de aquello que había anhelado pero dejado a un lado, no lo quería. Lo rechazaba, le daría el papel a alguien más. Prefería ser el espectador que botaba en el asiento por los sustos a ser la víctima, el mártir. Aquella chaqueta gruesa no cumplía nada bien la función por la cual había sido creada, si objetivo era el mantener el calor corporal pero cada vez, a cada respiro, sentía que se le iba enfriando cada vez más, estaba calado hasta los huesos y el estar mojado no le ayudaba en nada, de hecho, no sentía los labios siquiera. Sonrió sin hacer ruido pensando en lo gracioso que sería verse a si mismo con los labios morados, el rostro azul pálido. Nunca se puso a pensar en cómo terminaría su vida pero definitivamente jamás se habría imaginado que de esa forma. Lo peor de todo es que no sabía porqué, solo sabía que debía esconderse y... esperar. Esperar algo. Un milagro, un rescate, lo que sea.

La madera, congelada por el intenso frío crujió audiblemente bajo el peso de unos pasos que a penas se escuchaban. De acuerdo, ya era la hora. Cerró la boca, la cual tenía reseca y no le sabía nada bien. Miró la pared que estaba frente a él, en un silencio extremo con la vana esperanza de poder burlar a aquél que le estaba persiguiendo. Pensó en la familia que alguna vez tuvo, en que aún seguía peleado con su padre y que su madre seguramente estaría en sus cuartos finales postrada en una cama en el hospital Good Samaritan, LA. Mientras tanto cerró los ojos y se apoyó contra la pared recubierta de escarcha, mala idea. Estaba el doble de congelada que él mismo, le dio un escalofrío que hasta le erizó el cabello de la nuca y los brazos. Vamos ¿A caso le quería hacer sufrir mas de la cuenta? Ni que fuese tan difícil matarlo y ciertamente ahora si deseaba la muerte para poder borrar la imagen de Emily. Y ella estaba ahí, mirándole con su dulce preocupación de siempre, con esos grandes ojos verdosos y su cabello de distintos y hermosos tonos rojizos que caían en suaves mechones por sobre sus hombros y espalda. Sus fracciones estaban impregnadas de preocupación, terror, tristeza devastadora. Para completar el cuadro y darle el toque perfecto, la cereza del pastel, ella portaba aquél vestido que le había visto lucir esa noche y solo esa noche. El reluciente azul marino y los volados de gasa estaban manchados con un lindo tono borgoña, gotas irregulares completaban aquella obra maestra de su parte. Bajo eso se podía apreciar con mucho de talle la apertura del estómago de una forma que muchos considerarían desagradable, pero no él, él la había amado tanto por como era por fuera como por dentro, en todos los sentidos de la expresión. Ella no poseía órganos, ninguno, estaba vacía.

Parpadeó con fuerza, estaba sonriendo como bobo, le dolía no tenerla, pero había disfrutado y atesorado en su memoria cada momento, cada corte, cada grito, cada sollozo, cada plegaria, cada mirada, todo, todo estaba en su cabeza. Lo recordaba tan nítidamente que hasta podría describir exactamente sus movimientos, la forma en que le había pedido que la dejase en paz, esos ojos llenos de lágrimas, la forma en que sus labios se movían cada vez que hablaba, siempre, todo, todo volvía a su mente. Cerró los ojos, pero ella seguía allí, testaruda a irse, a desaparecer. Siempre le había encantado llevarle la contraria, nunca le había dado la razón por mas equivocada que estuviese y él amaba escuchar aquellos argumentos sin sentido que ella refutaba. No entendía, no sabía cómo es que se le daba tan bien el hablar, con unas pocas palabras podría hacer sonar la burrada mas grande del mundo como algo sabio y de un significado profundo. Ella había sido única y lo mejor de todo, es que había sido enteramente para él. Nunca hubo otro, nadie mas la tocó mas que él y eso le complacía de sobremanera. Su mente seguía divagando, sumergiéndose en el fondo de esos exquisitos recuerdos tintados de sangre.

La carta había llegado, bajó corriendo las escaleras mientras escuchaba el crujido de los escalones al aguantar su peso por lo menos unos segundos, qué quisquillosos pensó rodando los ojos. De un tirón y como tenía bien en claro que no tenía llave, abrió la puerta para recibir al cartero. El hombre lo miró medio sorprendido, no se esperaba que le abrieran antes siquiera de llamar a la puerta o tocar timbre. El caso es que Scott había estado mirando por la ventana desde las 6.46 am y se había desilusionado muchísimo al comprobar que el cartero no pasaba hasta las 11 del mediodía.
- ¡Buenos Días! -Se le notaba enérgico, una sonrisa recorría su rostro y le hacía parecer mucho más joven de lo que en realidad era. Su vestimenta, típica y casual aunque bastante arreglada para la mayoría de las personas, constaba de unos jeans oscuros y una camisa negra con los dos primeros botones abiertos. Se había arremangado las mangas y mostraba su tono miel natural. El cabello oscuro lo llevaba todo revuelto y para completar portaba en los pies unos zapatos negros bastante elegantes pero muy a corde con lo que llevaba puesto.
- Uhm, eh, Buenos Días -La vacilación era algo que Scott no toleraba, le parecía una señal de inseguridad y estupidez, como si el cerebro del que tuviese en frente no pudiese procesar bien lo que pasaba a su alrededor, se fijó en que aún se le notaba algo afectado. El pobre cartero siempre había pensado que el tipo era algo raro, le había visto varias veces observando por la ventana y la verdad es que se sentía demasiado incómodo en su presencia, sus ojos azules eran penetrantes. Sentía que le estaba examinando con rayos X, que podía ver en lo mas oscuro de su alma y que sabía todos sus secretos. Algo bastante escalofriante si uno se ponía a pensar. Con una lentitud tortuosa metió la mano en su bolsa y extrajo un sobre, se le tendió.- ¿Esperaba la carta? -Preguntó, aunque en vez de haber sonado irónico había parecido mas bien una pregunta de verdad, completamente sorprendido. Su rostro demostraba lo anonadado que estaba y lo incómodo que se sentía.
- Pues si, es muy importante para mi -Le quitó el sobre de las manos con un poco de brusquedad que escondió realmente bien con una sonrisa de esas encantadoras que hacían caer a todas las niñas. Él era profesor, daba Literatura en la Universidad Stanford. Miró lo que tenía entre sus manos como si fuese algo que pudiese corromper, pervertir, algo que podría ser objeto de deseo de cualquier persona. El cartero asintió como si tal cosa, en realidad, le parecía un tipo raro. Bueno, raro se quedaba, sin dudas, corto.
- Espero que sean buenas noticias -Él solo contaba los segundos para marcharse, pero extrañamente le invadía cierta curiosidad en saber qué cosas pasaban por la mente del Sr. Withe. Siempre se le veía como un hombre que sabía mucho de todos los temas que uno se podía imaginar, raro hasta lo imposible, intimidante en exceso, uno requería de mucha actitud para mantenerse a su lado o si quiera mantener su mirada, muy pocas personas parecían ser de su agrado. Scott asintió y soltó una risa, estridente, fresca, el cabello se le había desacomodado más aún.
- Ya lo puede usted creer, que tenga buen día -Y así como así, le cerró la puerta en las mismas narices al cartero que se quedó parado durante un minuto entero ahí. Con una cara que, sinceramente, daba a pensar que había estado intercambiando palabras con un maniaco total y lo que pasa es que él no sabía que en realidad así era. O la gente común creería que era.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

:O!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Me encanta como siempre me encanta todo lo que escribes jajajaja!!! :O no se que decir XD

Elastic Heart dijo...

Loca xD Gracias por el comentario ^^