martes, 11 de mayo de 2010

Frozen Murders

Tercera Parte

Sus labios estaban entreabiertos pero de ellos solo salían torpeas vacilaciones que no llegaban a ser una oración en concreto. El suspenso le estaba carcomiendo por dentro de una manera que nunca había creído posible y su silencio le hacía dudar de que si ella realmente quería ir con él. De todas formas, le entendía ¿Quién en su sano juicio gustaría de ir a la Antártica a estudiar su fauna? Además, no es que se irían a quedar una semana sino que el tiempo estimado de la estadía allí sería mas de dos años, le esperaban muchas cosas ahí y no estaba seguro de si ella sería la misma persona, de si le esperaría, se si le seguiría amando devotamente como él mismo lo hacía. Por unos segundos, en ese tiempo en que ella cruelmente le había dado para cavilar, se despertó un miedo irracional por todas las cosas que podrían pasar en su ausencia. La miró con intensidad, esperando su respuesta, tratando de escarbar en lo más profundo de su alma para encontrar aquello que ella le estaba escondiendo. Emily era una maestra de la mentira, y aún para él era difícil determinar si ella hablaba con la verdad o no. La muchacha le miraba como si no hubiese entendido su pregunta, como si fuese una incomprendida.
- No... no sé –en realidad tenía miedo, tenía mucho miedo por la contestación que acababa de dar. Por que él no aceptaba un no por respuesta y la pelirroja digamos que había tenido muchas peleas con él como para querer otra más por este tema. Vio cómo Scott tragaba lentamente, parecía estar procesándolo pero ella hubiese pagado una fortuna por saber lo que estaba pasando por su cabeza en ese mismo momento. Siempre había sido un misterio y siempre lo sería, aún no entendía cómo es que la quería tanto, le parecía algo estúpido de su parte dado que ella no tenía unos súper conocimientos como él, se sentía una chiquilla tonta en sus brazos.
- Anda, Em –puso sus mejores ojos de borreguito, cosa que siempre la persuadía y le satisfacía de una manera casi anormal el poder usar esa arma contra ella. De todas formas la chica casi siempre se salía con la suya pero a veces no se resistía y cedía como buena niña que era, o aparentaba ser. El perfume de la cabellera de su novia le golpeó el rostro cuando ella sacudía la cabeza de un lado a otro, tal vez en un gesto muy exagerado de cría. Le estaba negando ¿Qué le negaba? ¿Qué no iba a ir? ¿Qué no sabía si iba a ir? Se mordió el labio unos minutos manteniendo esa mirada y concentrando toda la poca ternura que tenía en su ser para convencerla.
- No lo sé, tengo que pensarlo –repuso mientras se cruzaba de brazos casi enfurruñada, no era justo, no lo era. Ella siempre usaba esas expresiones, el chico se estaba portando mal con ella al robarle la idea pero estaba segura que jamás podría ganarle en cuestión de ser melosa, tierna e insoportablemente dulce. La ojiverde se llevaba los premios y los honores y casi siempre lo fingía. Se preguntaba porqué no se había decidido por la carrera de actriz… No, claro, sus padres le habían dicho que esos no tenían futuro y que viviría imitando a personajes inexistentes, pasando a ser la fantasía de muchos. En cambio, le arrastraron hacia las enoconomías, digamos que su familia era el prototipo donde todos eran contadores. El padre, el tío, el primo, el hermano, la madre. Todos reconocidos, todos serios y ella la oveja negra que, aunque fuese excelente en la contabilidad, se había dedicado por algo mas bohemio, hacia la pintura. Algo gracioso que le había pasado era que caminando por la calle, de un humor de aquellos por haber discutido a los gritos con el gerente del supermercado, un representante de modelos rumanas, que estaba de vacaciones allí, le había parado y le había dado su número por si quería participar de algún desfile. Esa era una de sus tantas anécdotas.
- De acuerdo, de acuerdo, cuando lo sepas me dices, si? –una sonrisa pícara se había formado en sus labios al ver esa cara de niña enojada que tenía, pero sabía que eso era solo en la superficie y que por dentro ella estaba maquinando algo, que estaba recordando o rememorando cosas pasadas. Emily siempre se andaba con esas cosas, también tenía una capacidad sorprendente de hilar una cosa con otra y terminar pensando cosas que si te fijabas bien no tenían nada que ver una con la otra, pero cuando lo estudiabas mas profundamente, en realidad si.- Falta una semana –Su voz denotaban una emoción contenida, seguramente era felicidad y ansias. Los brazos que estaban alrededor del frágil cuerpo de la muchacha la apretaron más, pero con la fuerza justa como para no hacerle ningún tipo de daño. La levantó unos centímetros del suelo y comenzó a caminar hasta el sofá donde anteriormente había estado durmiendo antes de que su hermosísima princesa le hubiese despertado.
- Lo se –sonrió complacida y pasó los brazos por el cuello del chico, mientras sus dedos se entretenían con su cabello tan suave al tacto. Tenía un color oscuro que le encantaba y el largo era el justo como para que ella pudiese tomar un puñado y jalarlo sin problema alguno. El chico se sentó, y a ella en el regazo, sin soltarla ni la chica a él.
- ¿Elegiste el lugar? –ladeó un poco el rostro mientras le daba un beso en la mejilla, a sabiendas de que a ella le enojaría por no ser en los labios. Le vio poner un puchero de esos que tanto le gustaban y le mordió los labios, esos labios que le volvían loco como ningunos otros lo habían hecho, esos labios que le hacían suspirar, esos labios los cuales vivía deseando. Emily sonrió y asintió, en realidad ella tenía todo preparado desde hacía mucho tiempo. A la ojiverde no se le escapaba nada nunca ningún detalle y cuando se trataba de organizar eventos le entraba una emoción importante la cual le inspiraba. Ya tenía listo lo que ella se iba a poner, lo que él se iba a poner, dónde sería, la comida, todo. Aunque sus padres fuesen… digamos… ricos, ella no se abusaba de ello pero aunque sus progenitores le guardasen algo de rencor por no seguir la profesión de la familia insistían en hacerse cargo de los gastos que ella tuviese o la mayoría de ellos. La chica evitaba hablarle de las inversiones pero ellos siempre sacaban el tema a colación y hacían su aporte, con o sin el consentimiento de la pelirroja por ello siempre tenía dinero en su tarjeta de crédito, Lo veía bastante injusto porque quería ser independiente pero ellos la obligaban, en cierta forma, a depender.
- ¿Con quién te crees que estás hablando? Pero pues claro que tengo el lugar, te va a encantar –se mordió los labios, con un rostro risueño y encantador mientras imágenes de todo lo preparado pasaban por su mente. Era una romántica empedernida, nadie podía decir que no, todo aquél que la conocía destacaba lo dulce que era, lo risueña, lo melosa y lo asquerosamente romántica que era. A veces y parecía que quería todo de cuentos de hadas pero tenía muy en cuenta que no todo era posible en esta vida.
- Déjame adivinar –le robó un beso y rió entre dientes- ¿Habrá velas? –la chica asintió, el sonrió cínico, le encantaba prever las cosas- ¿Habrá nieve? –enmarcó una ceja, estaba totalmente al tanto de que ella era amante de los paisajes nevados y por tanto estaba seguro que sería en las afueras, o en un lugar vidriado donde se pudiese contemplar la blancura. Se imaginó una galería sellada, totalmente de vidrio, desde las paredes hasta el techo. Le gustó aquello, sería fascinante ver la estructura. Estaba seguro que si eso no existía, ella lo haría construir solo para los dos aunque fuese de un solo uso en toda la vida.
- Y ya sé qué me voy a poner –avisó con voz cantarina mientras ahora ella le robaba un beso, pequeño y rápido. So rió, como si fuese una niña que acababa de cometer una travesura en las narices de su padre y el no lo hubiese notado, o tal ves si, pero hacía la vista gorda. El chico se la devoró con los ojos durante un momento mientras contemplaba aquella expresión totalmente infantil en su rostro.
- Ya quiero verlo –porque estaba seguro y hasta se jugaría la vida en la ruleta rusa aún sabiendo que podría volarse los sesos y esparcirlos a los pies de su amada, de que ella portaría un vestido. No estaba seguro si sería negro o violeta, porque esos, según él estaba informado, eran los colores predilectos de la chica. De todas formas todo le quedaba bien. Volvió a robarle otro beso, uno mas largo y atrevido mientras sus manos se pasaban por su vientre de una manera dulce, ella sabía sacarle lo mejor desde dentro de las entrañas.
- Y lo harás, pero tendrás que esperar una semana –su voz era solemne, su sonrisa divertida. Esta vez no le robó un beso, sino que exigió uno como debería ser. Scott sonrió divertido, según ella, se le “resecaban los labios”. Sus bocas se fundieron en un beso, cariñoso, intenso, parecían el uno hecho para el otro, encajando a la perfección. Se quedaron así hasta que los pómulos de la chica se volvieron rosados y su cabeza dio vueltas debido a la falta de aire. Era gracioso, quién se hubiese puesto a pensar en que podía morir asfixiada mientras te besan, una forma curiosa de perder la vida, sin dudas. A veces le sorprendía pensar en cosas como esas, ella no quería admitirlo pero tenía una mente un tanto retorcida en cuanto a esos temas, de un momento a otro podía estar pensando de flores amarillas hasta la sangre podrida de las cabezas en picas de las épocas de los caballeros de armadura y los dragones. Lo había visto en las películas, porque ella al igual que su novio eran amantes de los films bélicos y de terror y su imaginación en gran parte, era impulsada por ese tipo de imágenes gráficas. Se separaron, teniendo la respiración un tanto agitada y el ojiazul pasó una mano por el rostro de la chica el cual casi siempre estaba ligeramente maquillado con una base de polvo, ojos delineados de un negro intenso y las pestañas recubiertas de rimel, las cuales parecían mucho más largas. Le acomodó un mechón de cabello rebelde y le sonrió, una sonrisa tranquila, en paz. Por el momento, el tema más importante hasta ahora se había quedado en el olvido, pero ella no quería ni imaginar qué pasaría cuando le diese la respuesta. Porque quisiera o no aceptarlo, ya sabía qué le iba a decir.

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