domingo, 20 de diciembre de 2009

Del amor al odio hay un solo paso III

Sentía frió, mucho. Poco a poco comenzaba a tener conciencia de mi cuerpo, mis manos, mis piernas ¿Otras manos? Abrí los ojos y me encontré con el cielo, un marco ¿La ventana? No entendía nada, lo único que recordaba era sus ojos, hielo, odio puro. Me alarmé, aún seguía en La Casa de los Gritos y estaba viva. Levanté la mirada y vi de llano sus ojos que me miraban, el pánico volvió y con él lágrimas.

Me aparté uno poco, quedando frente a él. Llevé una mano a mi garganta y sentí sus marcas, las marcas de sus manos como un tatuaje. Se me empañaron los ojos, le tenía miedo ¿Cómo me podría haber echo una cosa como esa? ¿Cómo tenía el valor para mirarme al rostro sin culpa? Estaba sentado, tranquilo, me miraba y tenía un rostro apacible. Cómo lo odiaba, en ese momento el coraje me invadió también, era un monstruo, solo jugaba conmigo. Las lágrimas comenzaban a resbalar por mis mejilla heladas, a pesar de tener puesta su túnica seguía con frió.

Me miraba interrogante, esperando una reacción que le siguiera a las simples lágrimas. Escondí el rostro contra su pecho mientras seguía llorando, teniéndole miedo, rabia. ¿Cómo podía? ¿Cómo se atrevía? Sentí que sus brazos se cerraban en torno a mi en un abrazo y no me importó en lo mas mínimo. Solo necesitaba descargarme, jamas ocultaba las lágrimas, estuviera con mi enemigo o con quien sea, era una necesidad.

- Te odio -dije entre sollozos. No recibí una respuesta, no me importaba si él me odiaba también.- Te odio tanto, maldito -seguí. No entendía cómo era que dejaba que llorara y me desahogara, pero no me importaba, nada me importaba en ese momento.


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Pasaron los segundos, los minutos. Lloré un tiempo indefinido, hasta el cansancio, hasta estar seca por así decirlo y Malfoy, no dijo palabra alguna, solo se limitaba a verme llorar con una cara de Pocker la cual yo ponía cuando no quería que supiesen lo que en verdad pasaba por mi mente, pero eso poco me interesaba.

Inspiré aire mientras me acomodaba en sus brazos, estaba cansada, me sentía débil, quería dormir. Suspiré mientras dejaba descansar mi cabeza ahora en su hombro, sus brazos no me habían abandonado en ningún momento.

- Estoy cansada -murmuré, me preguntaba si él seguía despierto, estaba segura que había pasado cosa de hora y media. Podía calcular, a juzgar por la posición de la luna en el cielo y la hora que era cuando llegué a la casa, que eran las una y media de la madrugada.

- Duerme -su voz tenía una matiz extraño. Era inexplicable, era cálida, pero a la vez guardaba cierta distancia. No entendía su comportamiento.

Suspiré nuevamente preguntándome si este chico cambiaría alguna vez su forma de ser. Era raro, le tenía miedo, pero de todas formas me sentía extrañamente segura entre sus brazos. Cerré los ojos y sentí cómo, con una de sus manos, acariciaba mi brazo en ¿Un gesto cariñoso? En definitiva estábamos locos los dos.

Notaba que cada vez todo me parecía mas lejano, hasta su tacto, de lo último que fui conciente esta vez fue de su caricia.


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Había estado callado todo el rato, el solo escucharla llorar le conmovía bastante, pero seguía firme. Por muy especial que fuera esa Gryffindor no debía encariñarse aunque fuese a sus ojos, una misión imposible. Tenía muchas cosas pendientes, demasiadas. El solo pensar en que tenía que eliminar al dichoso Director le hacía sentir un gusto amargo en la boca.

Ahora, Blake estaba durmiendo. ¿Durmiendo? Si, lo estaba haciendo. Observó su rostro el cual le transmitía una paz que pocas veces sentía, estaba tranquila, quieta. Su cabello se confundía en la oscuridad del lugar, pero sus ojos estaban acostumbrados a la penumbra. Apartó con mucho cuidado y delicadeza un mechón de cabello de su magulla. La sintió fría, la chica aún estaba helada. ¿Cómo era posibe?

La abrazó más mientras no despegaba sus ojos de su cara. Comenzaba a preguntarse si no la estaba afixiando, pero ella seguía respirando normalmente.


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Ahora comenzaron a pasar horas, dos exactamente, en que Malfoy no pudo pegar un ojo examinando hasta el cansancio el rostro de la chica. Pensando si ella era una carga, una dificultad o qué cosa era en su vida. Le parecía todo un misterio, le agradaba. Deslizo sus labios en una pequeña sonrisa torcida. ¿Acaso le había gustado una Gryffindor? Era un completo demente.

Escuchó que jadeaba, se preguntaba qué cosa estaba soñando. Vio que fruncía el ceño con preocupación, tal vez miedo, no sabía identificarlo. Ahora que se daba cuenta, Blake comenzaba a llorar en silencio ¿Qué rayos le sucedia? ¿Estaba soñando con él? Esa idea le hizo sentir reconfortado y a la vez no. Tal vez soñaba que la afixiaba, no lo sabía.




Otra vez. No, no, no ¡Porque! ¡Debian dejarlos!

- ¿Mamá?

Una pequeña niña con cabello negro y corto hasta los hombros, se restregaba los ojos mientras deambulaba por el pasillo de la casa en busca de sus padres. El barullo de la sala la había despertado. Tan solo tenia siete años, hacía tres días a penas los había cumplido.

- ¡Eline! ¡Vete, cariño! ¡Corre!

La madre de la niña estaba bañada en sangre, la miraba desde el suelo con la varita en alto. Su voz era desesperada, un grito ahogado. La pequeña se acercó mas a ella haciendo caso omiso a sus palabras, solo para ver a su padre con una varita en la garganta.

- ¿Mamá? ¿Quienes son ellos?

Estaba asustada, abrió grande los ojos.

- ¡No los maten!

Ordenó, aunque nadie le hizo caso. Había, fácil, cinco hombres con túnicas negras. Una palabra saltó a su mente. Mortífagos.

- ¡ELINE!

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